Hoy me sentí como parte de un apartamento piloto que la gente visita en una feria de muestras. La verdad es que la situación me pareció tan graciosa como extraña, aunque no tenga nada de especial. Resulta que la agencia inmobiliaria nos había avisado por carta de que hoy a las 18h vendría un arquitecto a revisar las instalaciones de la calefacción de todos los pisos, ya que van a remodelar los áticos del edificio. Hasta ahí todo bien. Mi sorpresa fue cuando a las 18.30h (en este caso la puntualidad alemana brilló por su ausencia) llamaron a la puerta y me encuentro con toda una patrulla de inspección, con sendos blocks de notas y que entraron como perico por su casa sin apenas mediar palabra. Menos mal que sabía a lo que venían, ya que sino era para darle a una un patatús.
El tema es que revisaron la calefacción, pero también el estado del apartamento en general, el cual, según lo que pude entender, les pareció correcto. Me teníais que ver sentada en mi escritorio con carita de buena, viendo como aquellos extraños se metían en el baño, medían los radiadores, revisaban contadores, etc, y hacían comentarios entre ellos. De vez en cuando me dedicaban una mirada y sonreían, pero enseguida volvían a lo suyo. Tampoco me atreví a preguntar muchas cosas, ya que total el motivo de la visita ya lo conocía. Me limitaba a decirles si necesitaban ayuda o si alguno nuevo se asomaba por la puerta porque venía de revisar el piso de al lado, le decía "entre hombre, como si estuviese en su casa", je je.
Una vez cumplido su trabajo, se despidieron con un Tschüss (un "hasta luego" alemán, para entendernos) y yo recuperé de nuevo la intimidad que tan fugaz y repentinamente me había sido robada.
El tema es que revisaron la calefacción, pero también el estado del apartamento en general, el cual, según lo que pude entender, les pareció correcto. Me teníais que ver sentada en mi escritorio con carita de buena, viendo como aquellos extraños se metían en el baño, medían los radiadores, revisaban contadores, etc, y hacían comentarios entre ellos. De vez en cuando me dedicaban una mirada y sonreían, pero enseguida volvían a lo suyo. Tampoco me atreví a preguntar muchas cosas, ya que total el motivo de la visita ya lo conocía. Me limitaba a decirles si necesitaban ayuda o si alguno nuevo se asomaba por la puerta porque venía de revisar el piso de al lado, le decía "entre hombre, como si estuviese en su casa", je je.
Una vez cumplido su trabajo, se despidieron con un Tschüss (un "hasta luego" alemán, para entendernos) y yo recuperé de nuevo la intimidad que tan fugaz y repentinamente me había sido robada.